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Environmental Gerontology / Gerontología Ambiental

Indice
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A site about Environmental Gerontology and Geography of Aging, to discuss the implications socio among older adults and their environmental contexts.

- Environmental Gerontology: Built environment, aging and quality of life
- Aging in place: Aging and residential strategies
- Built environment of aging, health, disability and dependency
- Physical-social environment of aging and vulnerability to climate change
- Urban environment, place attachment and social exclusion
- Physical-social environment of aging, leisure and tourism
- Gerontological Planning

- Explain the spatial patterns of territorial distribution of the population 65 years and over, in response to changes in population dynamics, identifying the importance of location and geographic distance as key dimensions that facilitates informal intergenerational support this population in Mexico receives and Latin America.

- geographical studies focusing on the process of aging, especially in a city, according to their causes (fertility decline, falling mortality and migration) and socio-economic and spatial.

- geographical research focused on the situation of older persons in urban areas, according to their demographics (gerontological and geriatric), and especially housing (housing and city).


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Una página sobre Gerontología Ambiental y Geografía del Envejecimiento, para analizar las implicaciones socioespaciales entre los adultos mayores y sus contextos ambientales.

- Gerontología ambiental: Entorno físico-construido, envejecimiento de la población y calidad de vida
- Envejecimiento en el lugar: Envejecimiento y estrategias residenciales
- Entorno físico-construido del envejecimiento, salud, discapacidad y dependencia
- Entorno físico-social del envejecimiento y vulnerabilidad al cambio climático
- Entorno urbano, apego al lugar y exclusión social
- Entorno físico-social del envejecimiento, ocio y turismo
- Planificación Gerontológica

- Explicar los patrones espaciales de la distribución territorial de la población de 65 años y más, atendiendo a los cambios en la dinámica poblacional, identificando la importancia de la localización y distancia geográfica como dimensiones clave que facilita los apoyos informales intergeneracionales que recibe esta población en México y América Latina.

- Estudios geográficos centrados en el proceso de envejecimiento demográfico, sobre todo urbano, atendiendo a sus causas (descenso de la fecundidad, caída de la mortalidad y los movimientos migratorios) y consecuencias socioeconómicas y espaciales.

- Investigaciones geográficas centradas en la situación de las personas adultas mayores en los espacios urbanos, atendiendo a sus características sociodemográficas (gerontológicas y geriátricas), y sobre todo habitacionales (vivienda y ciudad).

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Rev. geogr. Norte Gd. no.60 Santiago mayo 2015
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-34022015000100006

Revista de Geografía Norte Grande, 60: 97-114 (2015)

Physical and social environment and aging from Environmental Gerontology and Geography. Socio-spatial implications in Latin America
Ambiente físico-social y envejecimiento de la población desde la gerontología ambiental y geografía. Implicaciones socioespaciales en América Latina1

Diego Sánchez González
Universidad Autónoma de Madrid
diego.sanchezg@uam.es


Sánchez González, Diego. (2015). Ambiente físico-social y envejecimiento de la población desde la gerontología ambiental y geografía: Implicaciones socioespaciales en América Latina. Revista de geografía Norte Grande, (60), 97-114. Link: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-34022015000100006&lng=es&tlng=es. 10.4067/S0718-34022015000100006.


RESUMEN
El estudio reflexiona sobre el análisis de los ambientes físico-sociales que determinan la calidad de vida de las personas mayores en América Latina desde el enfoque de la gerontología ambiental. A través de la literatura, se favorece la discusión sobre las implicaciones socioespaciales urbanas y rurales en las dimensiones residenciales (entorno construido), sociales, económicas, de salud, asistenciales (servicios sociales) y culturales, y que promueven el envejecimiento saludable en el lugar. También, se abordan las principales cuestiones teóricas y metodológicas de las implicaciones socioespaciales para la gerontología ambiental, donde destaca la contribución de la geografía, a través de una revisión de las complejas relaciones entre el espacio geográfico y las personas adultas mayores. Así, en la región existe la necesidad de un enfoque interdisciplinario que enfatice la investigación sobre el análisis de los atributos y funciones del entorno físico-social en el envejecimiento de la población, contribuyendo a la planificación gerontológica desde una perspectiva holística.

Palabras clave: Ambiente físico-social, calidad de vida, gerontología ambiental, geografía del envejecimiento, América Latina.


ABSTRACT

The study reflects on the analysis of the physical-social environments that determine the quality of life of seniors in Latin America from the approach of environmental gerontology. Through the literature, we develop a discussion of urban and rural sociospatial implications on the residential dimensions (built environment), social, economic, health, welfare (social services) and cultural, and to promote healthy aging in place. Also addressed are the main theoretical and methodological issues of the socio-spatial implications for environmental gerontology, which highlight the contribution of geography, through a review of the complex relationships between geographical space and the elderly. Thus, in the region there is a need for an interdisciplinary approach that emphasizes research on the analysis of the attributes and functions of the physical-social environment in the aging population, contributing to the gerontological planning from a holistic perspective.

Key words: Physical-social environment, quality of life, environmental gerontology, geography of aging, Latin America.



En la década de 1970 se creía que la longevidad estaba determinada por factores genéticos (Gutiérrez, 2010). Cuatro décadas más tarde se constata que el contexto ambiental, tanto físico-construido como social, explica en mayor medida la esperanza de vida, la longevidad y la propensión a desarrollar patologías relacionadas con la edad (alzheimer, cáncer) (Fetter et al., 2012).

Hoy estamos empezando a comprender que a través del control del ambiente se puede influir en el bienestar físico y emocional de las personas adultas mayores. La calidad de vida de la población que envejece está sujeta a las múltiples negociaciones que se establecen entre los heterogéneos sujetos y sus entornos. Al respecto, los expertos coinciden en el diseño de políticas sociales sostenibles enfocadas al proceso de envejecer en el lugar u hogar (aging in place) (Andrews & Phillips, 2005). Sin embargo, surgen importantes interrogantes sobre los problemas a los que se enfrentan los adultos mayores en sus entornos cotidianos; así como el modelo a seguir para construir entornos físicos y sociales propicios para envejecer en el lugar. Asimismo, los profesionales (gerontólogos, geógrafos, urbanistas) deben conocer el reto de planificar espacios para una población que envejece en un contexto de cambio climático.

Desde diversas disciplinas de las ciencias sociales, como geografía y psicología, se han realizado aportaciones para comprender la importancia del entorno físico-construido y entorno social en la experiencia espacial de las personas que envejecen (Lawton, 1990; Sánchez-González, 2009a). De esta forma, estamos comenzando a entender las experiencias positivas y negativas de las personas mayores en relación con su entorno cotidiano (urbano y rural), desde perspectivas objetivas y subjetivas, analizando la habitabilidad y las desigualdades ambientales.

La revisión de la literatura confirma la relación entre el avance del envejecimiento demográfico de los países desarrollados (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Australia, Japón) y el auge de las cuestiones ambientales del envejecimiento en las ciencias sociales, como geografía, lo que ha propiciado el desarrollo de la gerontología ambiental3. Entre los estudios pioneros de esta rama de la gerontología destaca la importancia de la relación entre los distintos contextos ambientales y las heterogéneas capacidades de adaptación de las personas adultas mayores, mostrando un especial interés por revelar su incidencia en la conducta (Lawton & Nahemow, 1973). Precisamente, se indica que las personas envejecidas negocian con su entorno físico-social, tratando de encontrar un equilibrio entre sus capacidades (progresivamente mermadas con la edad) y las presiones del ambiente (Lawton, 1985 y 1990; Stokols, 1995; Shigematsu et al., 2009), el cual, debe ser analizado a través de distintas escalas geográficas: escala macro, región y ciudad; escala meso, barrio, y escala micro, la vivienda o residencia y su espacio personal.

Las cuestiones ambientales del envejecimiento de la población están adquiriendo relevancia en la literatura geográfica anglosajona, lo que ha propiciado el surgimiento de la geografía del envejecimiento o gerontológica4(Warnes, 1990; Sylvestre, 1999). A partir de los años 1970 en los países anglosajones se va configurando la geografía del envejecimiento centrada en el análisis de las implicaciones socioespaciales del envejecimiento de la población y la comprensión de las complejas relaciones entre el entorno físico-social y las personas mayores a distintas escalas (Rowles, 1978). Así, se va destacando la contribución de las cuestiones geográficas a la gerontología y, especialmente, la gerontología ambiental, al reconocerse que el espacio geográfico afecta al proceso de envejecimiento, realizándose estudios centrados en los patrones espaciales del envejecimiento de la población asociados con su movilidad residencial y el acceso a los servicios sociales (Harper & Laws, 1995; Golant & Salmón, 2004; Rowles & Chaudhury, 2005). Así, se constata el desarrollo de perspectivas tradicionales y enfoques cuantitativos de las dinámicas de distribución del envejecimiento demográfico asociadas a las cuestiones residenciales, de salud y servicios sociales; así como nuevas perspectivas y enfoques cualitativos vinculados al estudio de las complejas relaciones entre los heterogéneos entornos residenciales y asistenciales, y las personas mayores (Sánchez-González, 2011; Andrews et al., 2007).

En América Latina el estudio del envejecimiento de la población está ligado a los conceptos de edad, vejez y envejecimiento, que son producto de una construcción social que varía entre regiones, grupos sociales y culturas, y que tiene importantes implicaciones socioespaciales para una región heterogénea y determinada por grandes desigualdades sociales (Chackiel, 2000). También, el avance de las políticas sociales, salud, pensiones y servicios sociales, está contribuyendo a aumentar la esperanza de vida de la población más allá de los 65 años (Trujillo et al., 2007; Ham-Chande et al., 2009; Díaz-Tendero, 2011). Asimismo, se estima que el aumento del envejecimiento demográfico implicará adecuaciones ambientales para atender las crecientes necesidades y demandas de servicios, equipamientos e infraestructuras destinados a los millones de adultos mayores vulnerables (pobreza, desatención, soledad, violencia) (Sánchez-González, 2007). A pesar del avance en materia de políticas públicas, muy poco se conoce del verdadero impacto que los diferentes entornos físico-sociales5 (urbanos y rurales) tendrán en el envejecimiento de la población en la región.

El artículo reflexiona sobre el análisis de los ambientes físico-sociales que determinan la calidad de vida de las personas mayores en América Latina, desde el enfoque de la gerontología ambiental. Del mismo modo, se abordan las principales cuestiones teóricas y metodológicas de esta rama de la gerontología, donde destaca la geografía, asociadas al análisis del espacio geográfico urbano y rural, con objeto de promover el envejecimiento saludable en el lugar. Además, se enfatiza la necesidad de estudios interdisciplinares en el análisis de los atributos y funciones del ambiente en el envejecimiento, y sus implicaciones socioespaciales en la planificación gerontológica.


Ambiente, calidad de vida y envejecimiento de la población en América Latina
En América Latina se ha prestado escasa atención a las crecientes implicaciones socioespaciales del envejecimiento de la población, inicialmente achacable al menor envejecimiento demográfico y a problemas estructurales de carácter organizativo y económico, que favorecen la falta de sensibilidad y planificación hacia esta cuestión central, que está desbordando la limitada capacidad de respuesta de los gobiernos. De la misma forma, se ha producido un cambio de perspectiva en las políticas públicas sobre envejecimiento, desde insostenibles programas de institucionalización hacia nuevos enfoques vinculados al envejecimiento en el lugar, lo que obliga a prestar especial atención al entorno físico-social donde se desarrolla la vida cotidiana del adulto mayor.

El desigual avance del envejecimiento de la población en la región6, como fenómeno geográfico generalizado y heterogéneo, está relacionado con el proceso de transición demográfica, y determinado, principalmente, por la caída de la fecundidad, el descenso de la mortalidad y los movimientos migratorios. Al respecto, los estudios advierten sobre el reto del envejecimiento que deben enfrentar los gobiernos de la región, ya que se prevé que entre los años 2013 y 2050 su población de 60 años y más se triplicará, pasando de 65,5 a 195,9 millones de personas, mientras que su peso relativo se incrementará del 10,6 al 25,1% (ONU, 2013). En la misma línea, los expertos asocian las proyecciones del fenómeno al actual contexto de pobreza, inequidad y baja cobertura de los sistemas de seguridad social para los adultos mayores, así como la necesidad de revisar las políticas públicas vinculadas al mercado laboral, pensiones, servicios sociales y de salud, y vivienda (Guzmán, 2002; López-Salgado, 2006; Huenchuan, 2009).

Las investigaciones han permitido conocer la desigual distribución del envejecimiento de la población a distintas escalas geográficas en la región, configurando un modelo polarizado basado en la concentración urbana y la dispersión rural. Este hecho convierte el envejecimiento demográfico urbano7 en un hecho sin precedentes y problemático, lo que debe favorecer el estudio de las ciudades por gerontólogos ambientales y, especialmente geógrafos. A su vez, el análisis de las implicaciones socioespaciales del fenómeno está contribuyendo a la comprensión de las diferencias de calidad de vida de los adultos mayores, y a favorecer una mejor planeación gerontológica de las políticas públicas para abatir la desigualdad y potenciar el bienestar de la población de 60 y más años a nivel nacional, estatal y municipal, así como en entornos urbanos y rurales (Sánchez-González, 2007). Así, en el análisis de los factores determinantes de la desigual distribución y localización de la población envejecida adquieren relevancia los patrones de movilidad y migración en el envejecimiento (vivienda, salud, dependencia, turismo). De hecho, el factor migratorio explica en gran medida las diferencias interurbanas y, sobre todo, in-traurbanas del fenómeno (Jasso et al., 2011), como en Ciudad de México (Negrete, 2003) y La Habana (Bello, 2013). Como testimonio de ello, buena parte de la población anciana que hoy reside en las ciudades ha nacido en las zonas rurales, como en Río Grande do Sul (Brasil) (CEI, 1997), lo que dificulta los procesos de adaptación al medio en la vejez.

Entre las temáticas de movilidad residencial y estrategias residenciales de las personas de edad son reseñables las aportaciones sobre las motivaciones (personales, familiares, laborales) y sus efectos en la estructura familiar (Gomes da Conceiqáo, 1997; Caprón y González, 2010). También, se ha abordado cómo el cambio de lugar de residencia puede implicar un proceso traumático para el adulto mayor al alejarse de su entorno cotidiano. Así, se ha constatado que la nostalgia y el anhelo de regresar tienen efectos negativos sobre la salud del adulto mayor migrante, como los jubilados puertorriqueños en Estados Unidos (Todorova et al., 2014). En las regiones rurales la permanencia de la población anciana se ha visto incrementada por la llegada de emigrantes de retorno de edades avanzadas a sus lugares de origen (Sánchez-González, 2007). De igual forma, se está abordando la migración de retorno y sus efectos sobre la vulnerabilidad de los adultos mayores retornados y la débil capacidad de respuesta de los gobiernos locales, como en la frontera de México y Estados Unidos (Chávez y Sánchez-González, 2012).

La migración asociada al turismo de la tercera edad está teniendo una importancia creciente para las economías locales, como Río Claro (Brasil) (Balsan, 2006); las ciudades costeras de Mazatlán y Cabo San Lucas (México), donde este colectivo participa como inversor inmobiliario y actor urbano de la planificación (Lizárraga, 2008; Kiy & McEnany, 2010); las ciudades históricas de la América Andina (Arequipa, Cuenca) (Hayes, 2013); y los espacios rurales de Tamaulipas (México) (Sánchez-González, 2008). De las investigaciones se desprende la falta de fiabilidad de los registros para cuantificar el fenómeno, lo que puede estar asociado a factores como el desinterés y desconfianza de este sector de población.

En los últimos años se está prestando especial atención al ambiente y su relación con el envejecimiento activo y saludable en el lugar. Desde este nuevo enfoque adquieren relevancia el análisis de las implicaciones socioespaciales del fenómeno, y la comprensión de las complejas relaciones del entorno físico-social y el adulto mayor, donde se advierten las diferencias significativas entre las presiones ambientales y las estrategias de adaptación de los individuos longevos. Precisamente, recientes estudios indican que la vulnerabilidad de este colectivo está asociada a factores biológicos, sociales y, sobre todo, ambientales, vinculados a la discapacidad, dependencia y exclusión social, así como a los peligros naturales y antrópicos (Sánchez-González y Egea, 2011).

En América Latina el peso relativo de la población de 60 y más años es más acusado en las áreas rurales, vinculado a la fuerte emigración. También, se constata la existencia de una mayor vulnerabilidad de los adultos mayores en las zonas rurales que en las zonas urbanas, que afecta sobre todo a mujeres y personas de 75 y más años, debido a sus bajos niveles educativos (analfabetismo), bajos ingresos (pobreza), aislamiento, precariedad de la vivienda, problemas de acceso a los servicios sociales y de salud, limitación en transportes públicos, así como la ausencia de políticas públicas enfocadas a este colectivo. Esta circunstancia se ve agravada por la mayor prevalencia de problemas de salud (diabetes mellitus, hipertensión arterial) y la existencia de altas tasas de dependencia vinculadas al mayor coste para acceder a los escasos e inaccesibles servicios de salud, como en los municipios rurales de los estado de Oaxaca y Tamaulipas (México) (Sánchez-González, 2007 y 2008), y en las zonas cafetaleras de Colombia (Gómez y Curcio, 2004). Lo cual, se traduce en una menor esperanza de vida en el medio rural, circunstancia que se agudiza entre la población adulta mayor indígena. Esta realidad convierte al entorno rural en un medio problemático para envejecer en el lugar escasamente abordado, por lo que es necesario favorecer nuevos estudios sobre estos complejos ambientes físico-sociales y contribuir al desarrollo de políticas sociales.

En un contexto de progresivo envejecimiento demográfico urbano adquieren enorme importancia las implicaciones so-cioespaciales del espacio urbano sobre la calidad de vida del adulto mayor. Sin embargo, las ciudades de la región no favorecen el envejecimiento en el lugar, derivado del rápido proceso urbanizador no planeado y las desigualdades sociales (Formiga y Prieto, 2010; Sánchez-González, 2013), caso de las ciudades brasileñas (Jacomini, 1990), mexicanas (Serrano et al., 2009) y uruguayas (Guidotti y Aidar, 2012). Al respecto, los procesos especulativos y de marginación, asociados a la desigual distribución de la oferta de servicios y equipamientos, así como el deterioro medioambiental, transforman el entorno urbano en un medio hostil para envejecer (Jorge, 2009; Narváez, 2012). Diferentes estudios geográficos han abordado la morbilidad y mortalidad de la población envejecida asociadas a los efectos del ambiente urbano (Pizarro, 2005), como las muertes por causas externas vinculadas a la contaminación atmosférica (tráfico, industrias), y al acceso al agua potable y al saneamiento, como en Sao Paulo (Saldiva et al., 1995; Mathias et al., 2006). También, se ha comprobado las implicaciones del espacio urbano en el riesgo de caídas, atropellos y delincuencia, así como problemas psicológicos (depresión, ansiedad, estrés) entre los adultos mayores (Peixoto et al. 2008), lo que favorece el confinamiento8 en sus domicilios, con efectos negativos sobre su calidad de vida (relaciones sociales, ocio, utilización de servicios sociales y de salud) (Mejía et al., 2007; Tapia et al., 2010). Precisamente, los barrios históricos demográficamente envejecidos, como en Bahía Blanca, presentan altas tasas de personas mayores en situaciones de aislamiento y exclusión social (Bagnulo y Pizarro, 2010). Todo ello confirma que las ciudades latinoamericanas contribuyen a incrementar la vulnerabilidad de la heterogénea población envejecida (diferencias según cohorte y género), amenazada por procesos biológicos y sociales, como la merma en la salud y los ingresos; así como expuesta a peligros naturales y antrópicos. En este sentido, las soluciones gubernamentales brindadas a la fecha han sido parciales (tipologías de viviendas no vinculadas a la satisfacción residencial, espacios públicos no planeados, servicios sociales inaccesibles) y alejadas de las necesidades de la población envejecida. Además, se desprende la importancia de contar con registros (censales, hospitalarios) más confiables, así como análisis socioespaciales más precisos de las características del entorno urbano donde se envejece.

Hoy las ciudades se han convertido en los principales ambientes de estudio, siendo esenciales en el diseño de políticas públicas locales destinadas a este colectivo. En los últimos años la agenda internacional subraya la importancia de favorecer ciudades amigables con las personas de edad9 (OMS, 2007). Esta iniciativa gubernamental plantea la necesidad de un mayor conocimiento de las cuestiones ambientales asociadas a la vejez (espacios al aire libre y edificios, transportes, vivienda, participación social, respeto e integración social, participación cívica y empleo, comunicación e información, y apoyo de la comunidad y servicios de salud), desde nuevos enfoques cuantitativos y cualitativos. Así, el enfoque ecológico defiende un urbanismo saludable que contribuya al éxito de los procesos de envejecimiento (Silveira, 2003; Tomasini, 2005), a través de la reducción de la carga ambiental y la mejora de la capacidad funcional de la persona de edad para hacer frente a los cambios del medio. En este sentido, se están analizando las características del ambiente urbano que favorecen la calidad de vida del adulto mayor, como los equipamientos y la seguridad del barrio, así como su participación en organizaciones, caso de Valparaíso (Chile) (Fadda y Cortés, 2009).
Recientes estudios subrayan la importancia de la experiencia espacial vinculada al espacio simbólico de la vida cotidiana, el apego e identidad de lugar en el envejecimiento, donde la vivienda y el vecindario (urbano y rural), como espacios de la esfera privada y pública, adquieren gran relevancia en el bienestar físico-psicológico, por sus conexiones con la espiritualidad y el sentido de la historia del adulto mayor (Sánchez-González, 2014). Desde la geografía de la percepción se indica que para favorecer un lugar para envejecer, se debe optimizar el ambiente a partir de la percepción de las estructuras que garanticen el bienestar, y de la comprensión del proceso de pertenencia a un espacio simbólico marcado por las experiencias, recuerdos y estigmas (Fatiga, 2012).

Las nuevas políticas de salud se interesan en la mejora de los entornos físico-sociales, ya que, favorecen los estilos de vida saludables y la calidad de vida del adulto mayor. Así, se enfatiza la relevancia del paisaje10 y los espacios públicos11, al potenciar los estilos de vida saludables, la recreación y las conexiones sociales locales (relaciones sociales), que posibilitan la cohesión de las comunidades que envejecen. Al respecto, se indica que favorecer la atención y acceso a los espacios públicos (parques, áreas verdes), propicia las actividades al aire libre (caminar), las relaciones sociales y el envejecimiento saludable en el lugar (Péricles et al., 2009; Cao, 2010; Salas y Sánchez-González, 2014). Precisamente, se ha observado una relación significativa entre la salud sexual de los adultos mayores y la proximidad del vecindario a parques públicos seguros, y de manera inversa con el ruido en la calle y la inseguridad ciudadana, como en Bogotá (Parra et al., 2010).

De todo ello, se deduce la necesidad de considerar en los estudios gerontológicos y geográficos propuestas tangibles para favorecer ambientes urbanos y rurales amigables con las personas mayores de la región, a partir del análisis de las adecuaciones ambientales específicas (residenciales, servicios sociales y de salud) a las necesidades y comportamientos individuales y colectivos. Al respecto, los adultos mayores son portadores de funciones vitales y procesos sociales en los espacios urbanos y rurales, y la modificación de sus comportamientos espaciales por el contexto ambiental y sociocultural (valoraciones y actuaciones) implica cambios en las funciones y características de los ambientes, por lo que es imprescindible que participen activamente en la planificación urbana12. En la misma línea, la comprensión de las interacciones socioespaciales y del comportamiento de la población envejecida debe estar en el germen de las futuras políticas públicas.


Desafíos teóricos y metodológicos en el análisis del ambiente en el envejecimiento
El presente de la gerontología ambiental no está exento de polémica, propia de un campo multidisciplinar relativamente reciente y desconocido para el gran público. En este apartado, discutimos sobre los principales problemas teóricos y metodológicos planteados en el análisis de los contextos ambientales del envejecimiento, con alusiones a América Latina.

En la actualidad, diferentes expertos (Wahl & Weisman, 2003) ponen en duda algunas de las principales teorías de la gerontología ambiental13, como el modelo ecológico de la competencia14 (Lawton & Nahemow, 1973), que defendía el determinismo ambiental y presentaba limitaciones de aplicabilidad en casos concretos, la vivienda y el entorno institucionalizado. Asimismo, nos sumamos a dichas críticas, por considerar que en la teoría se ignoran las relaciones positivas entre las personas mayores y el medio ambiente, así como los comportamientos proactivos de las individuos longevos como agentes de cambio de sus ambientes15, sin olvidar, la variedad de entornos físicos-sociales (barrio y ciudad) y los nuevos entornos inteligentes y virtuales (internet), determinantes en el envejecimiento en el lugar. Al respecto, el geógrafo Stephen Golant (2011) defiende que, a pesar de los desafíos ambientales (viviendas no adaptadas, barrios marginados, cambio de residencia), las personas mayores pueden encontrar recursos personales para negociar con su entorno cotidiano y mantener el bienestar.

A pesar de la importancia del tiempo en la reconceptualización de los factores explicativos de la relación entre el entorno y la persona mayor, marcada por el curso de la vida, la religiosidad, la espiritualidad, las influencias históricas y las diferencias generacionales (Scheidt & Norris-Baker, 2003); los modelos teóricos más recientes se caracterizan por la falta de atención a la dimensión temporal (pasado, presente y futuro) en la explicación del comportamiento del adulto mayor en relación al entorno. Esta ausencia es achacable a la escasez de estudios longitudinales, lo que impide comprobar que a lo largo de la vida las experiencias espaciales (ambiente físico, cultural y social) determinan como se envejece en el entorno. De ahí, la necesidad de favorecer estudios longitudinales sobre la preferencia de envejecer en el lugar (sus viviendas, su barrios y su gente), incluso cuando se enfrentan a situaciones de riesgo y fragilidad16. En la misma línea, se defiende la articulación de estrategias metodológicas para la comprensión del envejecimiento a escala urbana a través de la dimensión espacio-tiempo (Nóbrega, 2014).

A la fecha, debemos seguir desvelando los secretos del apego y la identidad en el deseo de envejecer en el lugar, incluso en contextos desfavorables (Smith, 2009). Una vía de investigación geográfica se centraría en el papel de la fantasía sobre el lugar, no solo como un recurso que favorece la adaptación al entorno (Rowles, 1978), sino como un posible factor de exclusión socioespacial. Igualmente, para desentrañar las interrogantes asociadas a los factores que moldean el carácter y la experiencia de envejecer en el lugar, proponemos el análisis de las implicaciones socio-espacio-temporales de la vivienda, el contexto urbano y rural, las relaciones sociales y las características individuales, en términos de distancia física y temporal (Figura N° 1).


Figura N° 1
Análisis de la experiencia socio-espacio-temporal de envejecer en el lugar


Fuente: Elaboración propia en base a Kahana et al. (2003) y Davies & James (2011).


En los últimos años se están realizado importantes contribuciones en el estudio de los atributos y funciones del contexto ambiental (lugar) y su influencia en el ser humano (Carp & Carp, 1984; Whahl, 2007; Kurniawati, 2012), sin embargo, ha faltado consenso en la definición y estratificación de las dimensiones objetivas y subjetivas del ambiente del adulto mayor (Wahl et al., 2012), circunstancia que se ha visto agudizada por el predominio de estudios descriptivos y escasamente analíticos en su abordaje. Al respecto, definimos los atributos como todo lo objetivo del ambiente que se encuentra fuera de la piel, que es inanimado, mesurable a partir de unidades del sistema métrico decimal (centímetros, gramos, segundos, grados), y que caracteriza al medio ambiente. A su vez, los atributos pueden ser medidos por su funcionalidad (calidad ambiental, proximidad y movilidad) y su usabilidad (áreas verdes, equipamientos, legibilidad). Asimismo, las funciones se refieren a todo lo subjetivo del ambiente vinculado a la gama de lazos afectivos y cognitivos que el adulto mayor construye con su entorno (lugar), es decir, las diferentes funciones del ambiente que pueden ser de utilidad para una persona que envejece. Dichas funciones pueden ser medidas por su funcionalidad (identidad, autonomía, familiaridad, agradabilidad e interacción social) y usabilidad (bienestar, seguridad, versatilidad, apego al lugar). Además, los atributos y funciones deben favorecer la comprensión del ambiente físico-social en el envejecimiento, asociado al acceso y vínculos, los usos y actividades, el confort e imagen, y la sociabilidad (Figura N° 2).


Figura N° 2

Atributos y funciones del lugar en el envejecimiento

Fuente: Elaboración propia en base a trabajo de Kurniawati (2012).


En este sentido, consideramos que se debe desestimar la aplicación directa de modelos teóricos y metodológicos diseñados en otros contextos geográficos y culturales (países anglosajones), obligando a realizar adaptaciones de los modelos a partir de las características ambientales, culturales y psicosociales de los entornos físico-sociales del envejecimiento en la región. Como respuesta al problema, planteamos la necesidad de conceptualizar las principales dimensiones del entorno físico-social del envejecimiento, a través de identificar cuándo, dónde y para quién ciertos atributos y funciones ambientales son más determinantes en el envejecimiento en el lugar.

Entre los principales problemas metodológicos se subraya las imprecisas mediciones y asociaciones, a través de factores de confusión achacables a los problemas conceptuales, que han invalidado los supuestos hallazgos de determinadas investigaciones (Panter & Jones, 2010). A ello habría contribuido las omisiones relativas a la justificación del método de medición empleado en la evaluación de los atributos y funciones del entorno físico-construido (Gebel et al., 2007), así como el impreciso uso de las escalas de análisis espaciales y temporales. También, sería criticable la utilización de fuentes primarias sin especificar el origen y vigencia de las mismas (marco espacial y temporal), y los posibles sesgos en la selección de la muestra (tipologías de sujetos y ambientes) (Heath et al., 2006; Sánchez-González, 2008). Por ejemplo, se han registrado dudosas asociaciones entre atributos de ambientes de recreación (paisajes urbanos, espacios públicos) y el medio de transporte empleado por el usuario adulto mayor (Schaie & Pietrucha, 2000; Saelens & Handy, 2008). En la misma línea, advertimos que las metodologías empleadas en los estudios de distribución y localización del envejecimiento han sido insuficientes para determinar áreas homogéneas de la población anciana con similares características sociodemográficas y ambientales, lo que ha redundado en visiones sesgadas de este colectivo y sus entornos.

En los últimos años algunos investigadores (Schwarz, 2012) plantean una gerontología ambiental focalizada principalmente en la utilización de métodos cualitativos, haciendo una dura crítica a la etapa positivista que predominó en las décadas pasadas. Sin embargo, consideramos que, si bien la crítica está razonada, no compartimos su valoración general hacia ambos métodos de análisis. Por una parte, los métodos cualitativos posibilitan una valiosa aproximación situacional a la realidad. A pesar ello, en diferentes investigaciones cualitativas se observa una escasa replicación de estudios para validar las categorías y estandarizar los intervalos, restando confianza a las escalas de análisis del ambiente físico-construido del envejecimiento. Por otra parte, criticamos el supuesto divorcio entre ambos métodos en la comprensión del fenómeno, más bien, nos posicionamos a favor del avance de la gerontología ambiental y, especialmente de la geografía, a partir de la combinación de los métodos cualitativos y cuantitativos. Así, recientes estudios geográficos (Garvin et al., 2012) emplean distintos métodos cualitativos, como la foto-provocación17 y las representaciones en diseño ambiental18. Por su parte, entre los métodos cuantitativos se emplean análisis geoestadísticos multivariados mediante el uso de Sistemas de Posicionamiento Global (GPS), Tecnologías de Identificación por Radiofrecuencia (RFID), sensores ambientales y la realidad virtual, con objeto de construir un sistema de monitoreo en el lugar (interior de la vivienda, espacio urbano) (Hanson, 2004; Lin et al., 2006; Kaczynski & Henderson, 2008); así como de Sistemas de Información Geográfica (SIG), por ejemplo, en el estudio de la distribución de los servicios de salud en relación a la vulnerabilidad socioespacial de las personas ancianas según barrios (Sánchez-González, 2009b). Al respecto, se subraya la importancia de hacer un uso más racional de los SIG (Hawthorne & Kwan, 2012), a través de implicaciones teóricas asociadas a la re-conceptualización de la accesibilidad (potencial y real) de los adultos mayores a los servicios sociales y de salud, abogando por una distribución equitativa, a partir de la planificación urbana gerontológica, que incorpore aspectos como la calidad de la atención y la satisfacción del usuario de avanzada edad.


Discusión y conclusiones

Los recientes avances de la gerontología ambiental confirman que sus contribuciones, especialmente desde la geografía, están permitiendo responder a las importantes interrogantes sobre los ambientes físico-sociales y sus implicaciones en la calidad de vida de las personas mayores. Dichas aportaciones multidisciplinares teóricas y metodológicas, no exentas de crítica, están posibilitando la comprensión del envejecimiento saludable en el lugar a través de su relación con los ambientes físico-construidos seguros, proactivos, terapéuticos, estimulantes y simbólicos, que potencian las actividades saludables de la vida cotidiana y el apego e identidad de lugar; y con los entornos sociales, que fomentan las relaciones sociales, la participación e integración social, así como facilitan la prestación e intercambio de ayuda. Así, es necesario un abordaje interdisciplinar del análisis del ambiente tanto físico como social, evitando el estudio parcial de esas dimensiones de forma aislada y desconectada, que no permiten una visión integral de la compleja relación entre los ambientes (físico-sociales) urbanos y rurales, y la calidad de vida de las personas mayores.

En América Latina la escasa introducción de la gerontología ambiental y de la geografía del envejecimiento está motivada, en parte, por el dominio de literatura anglosajona basada en el empleo de conceptos, así como de modelos teóricos y metodológicos, en muchas ocasiones, alejados de la realidad de los contextos latinos. De lo cual deducimos que el limitado avance teórico y metodológico en el análisis del ambiente físico-construido del envejecimiento, en parte, se debería a la mayor tradición de los estudios del entorno social del envejecimiento entre determinados profesionales de las ciencias sociales y de la salud (trabajadores sociales, psicólogos), así como la escasa presencia de otros profesionales (arquitectos, geógrafos, urbanistas). Todo ello explica la reiterada inconsistencia en la definición del concepto de lugar en el envejecimiento, ya sea asociado a un barrio residencial o un lugar de trabajo. De hecho, en la producción científica latinoamericana se observa un limitado abordaje geográfico de la cuestión ambiental del envejecimiento desde una perspectiva gerontológica, así como un desigual impacto del tema en la región. Al respecto, el fenómeno ha sido abordado de forma desigual en los países de la región, destacando Brasil y México. Esta circunstancia no obedece tanto al avance del proceso del envejecimiento demográfico a nivel nacional, como al desarrollo de la investigación geográfica de esos países, así como al interés de distintos investigadores de las ciencias sociales y de la salud por las implicaciones socioespaciales del fenómeno. También, el dominio del inglés como ve hículo de la comunicación científica (revistas geográficas y gerontológicas), minimiza el impacto de las investigaciones realizadas en América Latina y publicadas en revistas de otros idiomas (español, portugués) (Bajerski, 2011). Igualmente, no se han encontrado manuales en castellano o portugués que faciliten su comprensión por profesionales, gestores, y público en general. También, el escaso impacto de la investigación regional sobre el envejecimiento en el lugar ha estado condicionado por la falta de iniciativa pública y privada, la limitada comunicación entre los investigadores, y el inmovilismo académico en las universidades. Por ello, planteamos el desafío de iniciar una labor pedagógica entre académicos y responsables públicos sobre la importancia del tema, con objeto de favorecer los esfuerzos necesarios para desarrollar estudios longitudinales transnacionales sobre el envejecimiento en el lugar, con objeto de propiciar resultados extrapolables a partir de compartir bases de datos y metodologías comunes. Asimismo, demandamos una mayor participación activa de las personas mayores en la planificación de sus entornos cotidianos en la región; para lo cual es necesario diseñar herramientas para analizar los atributos y funciones del entorno físico-social. También, dichas herramientas deben facilitar la evaluación de los ambientes urbanos y rurales, tanto a profesionales y gestores, como a los propios adultos mayores y sus familias.

Estamos empezando a desentrañar los enigmas asociados a las relaciones entre el ambiente y el envejecimiento, ya que, se está descubriendo que la forma de envejecer depende en buena medida del lugar donde se vive y de la estimulación psicosocial que recibe. De ahí, la necesidad de contribuir a favorecer una mejor identificación y definición del concepto de lugar (vivienda, barrio, espacios públicos, lugar de trabajo), desarrollando análisis más detallados de las dimensiones y variables específicas del entorno construido (propiedades relativas a la calidad, accesibilidad, usabilidad), a través del uso racional de las herramientas (SIG) y la combinación de variados métodos cualitativos (fotopro-vocación) y cuantitativos (sensores, realidad virtual). En este sentido, se deben incorporar medidas objetivas y subjetivas del ambiente construido, excluyendo factores de confusión que redundan en explicaciones alternativas poco concluyentes. Del mismo modo, es fundamental una mayor clarificación metodológica y la incorporación de estudios longitudinales, que están contribuyendo a la comprensión de procesos complejos, como la movilidad residencial en la jubilación. Para ello, en América Latina es necesaria una mayor implicación de los investigadores de las ciencias sociales, en especial de los geógrafos, sobre las cuestiones ambientales de la gerontología, a través de la formación y especialización. De igual forma, se defiende la conveniencia de implementar el conocimiento teórico y metodológico geográfico en gerontología, a través del enfoque ecológico, la definición del concepto de medio ambiente y el análisis geoestadístico mediante SIG.

Hoy sabemos, a través de los estudios geográficos, que la curiosidad y el comportamiento exploratorio disminuye con la edad, lo que favorece una disminución de los patrones de movilidad y una mayor regularidad de las actividades de la vida cotidiana fuera del hogar (escala barrio). Esta circunstancia abre enormes posibilidades de investigación para impulsar la construcción de ambientes seguros, estimulantes y terapéuticos que despierten la curiosidad y favorezcan el envejecimiento activo.

Hemos aprendido que existe una estrecha relación entre el entorno físico-social y el estado de salud en la vejez, como una etapa vital y dinámica en la que se producen cambios, traducidos en ganancias y pérdidas, que no tienen el mismo significado para las distintas cohortes de adultos mayores. Del mismo modo, la capacidad funcional frente a diferentes ambientes construidos (vivienda, barrio, hospitales) varía de forma significativa con la edad, influyendo en la autonomía e independencia de las personas de edad avanzada. Por lo tanto, en el análisis del envejecimiento en el lugar se recomienda realizar una adecuada estratificación de la población según edad y género, a partir de las diferencias geográficas, socioeconómicas y culturales de los heterogéneos colectivos sociales (inmigrantes, indígenas, discapacitados). Precisamente, será necesario desarrollar nuevos estudios longitudinales basados en el análisis de las implicaciones socio-espacio-temporales del envejecimiento en el lugar a partir de la definición y clasificación de los atributos y funciones del entorno de la vivienda, el contexto urbano, las relaciones sociales y las características individuales del adulto mayor.

En los próximos años las políticas de salud asociadas al envejecimiento de la población deben priorizar estrategias de prevención de enfermedades crónicas (problemas cardiorrespiratorios, diabetes, obesidad), psicosociales (depresión, ansiedad) y neurodegenerativas (alzhéimer, párkinson), a través de actuaciones en el contexto físico-social (viviendas, residencias, hospitales, espacios urbanos), lo que se traducirá en una mejor gestión del gasto farmacéutico y hospitalario. Asimismo, en la región la planificación gerontológica deberá implicar soluciones integrales para los adultos mayores y sus familias, basadas en la investigación de los entornos, así como en el uso racional de los recursos desde necesarios ejercicios de calidad y eficiencia, basados en los principios éticos de equidad y justicia distributiva.

En el ámbito de la investigación de la gerontología ambiental y la geografía del envejecimiento, necesitamos favorecer puntos de encuentro a partir de la discusión y la búsqueda de consensos frente a la dispersión de modelos teóricos y metodológicos. Es ineludible que en las futuras investigaciones sobre el entorno del envejecimiento se adopten metodologías de evaluación más sistemáticas para ayudar en la síntesis de la evidencia. Precisamente, en el siglo XXI en la región los retos del envejecimiento demográfico asociados al cambio climático deben impulsar nuevos estudios, conformados por equipos multidisciplinares y abordajes interdisciplinares, sobre las implicaciones del urbanismo formal e informal en el agravamiento de los efectos del clima sobre la salud de la población envejecida. Además, las nuevas investigaciones sobre las características objetivas y percibidas del vecindario contribuirán al desarrollo de la planificación urbana geron-tológica, a través de posibilitar intervenciones amigables con este colectivo en las ciudades de América Latina

Como todo campo multidisciplinar que está en ciernes, la gerontología ambiental presenta lagunas y críticas a sus modelos en construcción, pero estamos convencidos de su importancia futura a nivel internacional y, sobre todo, en la región, así como la necesidad de edificar puentes teóricos y metodológicos con la ayuda de la geografía. Por ello, no debemos olvidar que las soluciones a esta cuestión central del envejecimiento y su entorno, vendrá no solo a través del avance científico (entornos inteligentes, nuevas propuestas de movilidad y productos tecnológicos), sino, sobre todo, de la toma de conciencia sobre el fenómeno del envejecimiento y la importancia de construir entornos amigables que refuercen nuestros lasos afectivos con la comunidad.



NOTAS


3 La gerontología ambiental es una área de conocimiento de la gerontología que tiene por objetivo conocer, analizar, modificar y optimizar la relación entre la persona que envejece y su entorno físico-social, desde perspectivas y enfoques interdisciplinarios, que abarcan disciplinas como geografía, psicología, arquitectura, diseño, urbanismo, ciencias de la salud, trabajo social, sociología y otras ciencias a fines (Wahl & Weisman, 2003; Rowles & Bernard, 2013).

4 La geografía del envejecimiento se centra en el estudio de las complejas relaciones entre el espacio geográfico y las personas mayores, dentro de un contexto socioespacial integrado por los entornos físico-construido y humano-social.

5 El término entorno físico-social procede de la psicología ambiental y se refiere a la complejidad del medio ambiente y sus interrelaciones físicas, sociales, culturales y organizacionales.

6 En el año 2013 los países con las mayores tasas de población de 60 y más años son Puerto Rico (18,7%), Uruguay (18,4%) y Cuba (18,3%), mientras que Belize (5,7%), Honduras (6,4%) y Guatemala (6,5%) presentan las tasas más bajas (ONU, 2013).

7 En el año 2010 la distribución relativa de la población de 60 y más años de las principales urbes de la región indica que Montevideo* (26%), Buenos Aires (21,7%) y La Habana (19,9%) registran las tasas más elevadas. También, en valores medios encontramos a Río de Janeiro (13,3%), Sao Paulo (10,7%), Santiago (12,7%), Ciudad de Panamá (10%) y Ciudad de México (9,9%). A su vez, con los valores más bajos destacan Quito (9,3%) y Guayaquil (8,4%) (ONU, 2013). (*) Datos del año 2011.

8 Algunos expertos (Jacobson, 2011) defienden que el confinamiento en la vejez puede estar relacionado con enfermedades, como agorafobia e hipocondría, sosteniendo que no son solo problemas psicológicos, sino trastornos asociados a la inadaptación de las personas mayores, sobre todo mujeres, a los espacios urbanos y situaciones estresantes que los rodean.

9 En el año 2005 la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2007) inicia el proyecto de ciudades amigables con las personas de edad, basado en un acuerdo de recomendaciones, y al que se sumaron 33 ciudades de todo el mundo, de las cuales, una cuarta parte de ellas se localizan en América Latina y el Caribe, como La Plata, Río de Janeiro, San José de Costa Rica, Kingston, Montego Bay, Cancún, Ciudad de México, Mayagüez y Ponce. Tras nueve años, el proyecto ha tenido un desigual avance en la región, marcado por los desequilibrios regionales y la desigualdad social, así como las diferencias en políticas sociales, y grado de cohesión social y de reivindicación del grupo etario.

10 Gastaldo et al. (2004) subraya la importancia del valor estético y terapéutico del paisaje sobre la salud y la satisfacción residencial de las personas mayores.

11 La geógrafa Sheila Peace et al. (2006) advierten de la importancia de construir espacios públicos parafavorecer el envejecimiento en el hogar, desde una perspectiva holística de las relaciones sociales, y a través de generar lugares amigables, independientemente de la edad, salud y cultura.

12 Las experiencias cartográficas a través de la educación geográfica entre las personas mayores pueden propiciar su participación y la formulación de propuestas para mejorar su entorno (Duarte et al., 2009).

13 En las últimas décadas en la gerontología ambiental han coexistido diferentes modelos teóricos (Fernández-Trocóniz y Fernández-Ballesteros, 1990), derivados y/o críticos con el modelo ecológico de la competencia (Lawton & Nahemow, 1973), como el modelo de la congruencia y el modelo integrador (Carp & Carp, 1984).

14 El modelo ecológico de la competencia (Lawton & Nahemow, 1973) formula que la conducta es una función de la competencia del individuo (salud física, capacidades sensoriales y de percepción, motricidad y capacidad cognitiva) y de la presión ambiental (barreras arquitectónicas, violencia) a la que está expuesto. De lo que se deduce que el comportamiento del adulto mayor está determinado por la combinación del grado de presión ambiental y el nivel de competencia específico del sujeto. Así, el geógrafo Rowles (1978) expresó que las barreras ambientales se vuelven más significativas al enfrentarse con una disminución del estado fisiológico y de salud.

15 Powel Lawton (1999) reconoce la existencia de interacciones reciprocas, lo que se traduce en que las personas pueden actuar como agentes de los cambios ambientales, reconociéndose una relación bidireccional entre la persona mayor y el ambiente (hipótesis de la proactividad ambiental). Esta línea ha impulsado los estudios de gestión ambiental y confort ambiental del envejecimiento.

16 Se sugiere que las personas que están familiarizadas con su entorno cotidiano son más independientes y presentan un mayor nivel de competencia. Por ejemplo, se ha constatado que las personas mayores frágiles son capaces de permanecer independientes al benefi ciarse de entornos a los que están acostumbrados (importancia del lugar) (Rowles, 1978).

17 La fotoprovocación es un método etnográfico, consistente en que los investigadores introducen fotografías, tanto del entrevistado como del investigador, en el contexto de la entrevista para ampliar las preguntas y la información proporcionada a través de la imagen comentada (Clark, 2004).

18 Las representaciones en diseño ambiental son un método etnográfico basado el empleo de las técnicas de representación y expresión artística de las humanidades y las artes, a través de la acción participativa de la comunidad, con el propósito de propiciar experiencias vivenciales asociadas a las visitas de campo, con objeto de evocar representaciones de los ambientes de la vida diaria y favorecer propuestas sobre diseño ambiental (Boeck et al., 2011).



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1 Este trabajo se deriva de un proyecto de investigación "Gerontología ambiental del envejecimiento vulnerable en áreas de riesgo a inundaciones. Retos de la gestión de los riesgos y la planificación gerontológica ante el cambio climático" (N° 155757), Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), México. Artículo recibido el 17 de septiembre de 2013, aceptado el 9 de septiembre de 2014 y corregido el 20 de octubre de 2014.


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Urban demographic aging and its socio-spatial repercussions in México. Challenges for Gerontology Planning

Envejecimiento demográfico urbano y sus repercusiones socioespaciales en México. Retos de la planeación gerontológica

Diego Sánchez-González
Universidad Autónoma de Nuevo León
diegosanchezglez@hotmail.com


Cited:

Sánchez-González, Diego (2007): “Envejecimiento demográfico urbano y sus repercusiones socioespaciales en México: Retos de la Planeación Gerontológica” / “Urban demographic aging and its socio-spatial repercussions in México. Challenges for Gerontology Planning”, Revista de Geografía Norte Grande, Nº 38, pp. 45-61. ISSN: 0379-8682


Abstract
The study analyzes the demographic evolution, pointing to the spatial repercussions of the aging process in Mexico, across different levels of spatial organization, utilization and spatial perception of the conditions of habitability for the major adults: the federal scale, the state one, the police officer and the metropolitan one. The methodology departs from a wide bibliographical review and from analyzing statistical information from official sources. The results notice from the advance of the phenomenon of the aging to different scales and with unequal spatial distribution, presenting a polarized model based on the urban concentration and on the rural dispersion. Likewise, the papers speculates about the inadequacy of the cities to meet the increasing demands of major adults, proposing a strategies of planning gerontology to bring down the inequality and to promote the well-being of the population of 60-year-old or more.

Key words: Demographic urban aging, planning gerontology, quality of life; social services, metropolitan areas.


Resumen
El estudio analiza la evolución del proceso de envejecimiento demográfico urbano y sus repercusiones socioespaciales en México, a través de diferentes niveles de organización espacial, utilización y percepción espacial de las condiciones de habitabilidad para los adultos mayores: la escala federal, la estatal, la municipal y la metropolitana. La metodología parte de una amplia revisión bibliográfica y del análisis de datos estadísticos de fuentes oficiales. Los resultados advierten del avance del fenómeno del envejecimiento a distintas escalas, evidenciando una desigual distribución espacial, presentando un modelo polarizado basado en la concentración urbana y en la dispersión rural. Asimismo, se reflexiona sobre la preocupante inadecuación de las ciudades a las crecientes demandas de los adultos mayores, y se proponen estrategias de planeación gerontológica para abatir la desigualdad y potenciar el bienestar de la población de 60 años y más.

Palabras clave: Envejecimiento demográfico urbano, planeación gerontológica, calidad de vida, servicios sociales, áreas metropolitanas.


En las últimas décadas México se ha vuelto un país urbano. La solución a los diversos problemas planteados por los distintos colectivos, como el de las personas adultas mayores, tiene su obligada plasmación espacial en nuestras ciudades. De ahí la necesidad de estudiarlas, percibirlas, recoger sus recuerdos y utilizarlos en pos de poder construir espacios más habitables para todos. Es necesario que los ciudadanos seamos más conscientes de la importancia de participar en la construcción y gestión de las ciudades.

La planeación gerontológica de los municipios urbanos y áreas metropolitanas obliga a la inclusión de nuevas aproximaciones teórico-metodológicas sobre el conocimiento de los distintos escenarios demográficos, socioeconómicos y políticos para la elaboración de políticas sociales eficaces que garanticen ciertos niveles de bienestar a la población adulta mayor (Kennedy & Dejong, 1977; INSERSO, 1993; Sánchez, 2005a).

Diferentes investigaciones (Montes De Oca, 2003; Partida, 2005) señalan que el proceso de envejecimiento demográfico es una realidad a nivel mundial, regional y local. La creciente concentración de la población envejecida en las grandes áreas metropolitanas exige incluir dicha escala espacial en la planeación gerontológica. En la actualidad, las autoridades municipales son las encargadas de atender las necesidades de la heterogénea población de 60 años y más, sin embargo, la compleja realidad de las áreas metropolitanas exige promover líneas de investigación que fomenten el desarrollo social y asistencial de los adultos mayores a distintas escalas. Un juego de escalas que debe ser asumido e incorporado por las Administraciones y los profesionales para mejorar la atención de este sector de población.

El estudio presenta el avance y distribución espacial del envejecimiento demográfico en México, prestando especial atención al contexto urbano, y las alarmantes previsiones para las próximas décadas. Esta realidad poblacional sirve de base para abordar los principales problemas de vulnerabilidad que soportan hoy los adultos mayores en las ciudades (pobreza, desprotección de los servicios médicos y sociales, dependencia, soledad y vivienda). A través de la revisión bibliográfica se observa la falta reiterada de planeación gerontológica en México, así como la escasa presencia de expertos en los órganos de decisión de las cuestiones relativas a la vejez urbana. El estudio concluye aportando algunas alternativas conceptuales y metodológicas para la mejora de la planeación gerontológica de las urbes y proponiendo un cambio radical e integral de crecimiento de las ciudades.


Objetivo y metodología
El objetivo general de la investigación es conocer la evolución reciente del proceso de envejecimiento demográfico urbano y su desigual distribución socioespacial en México. En este sentido, se analiza la distribución espacial de los adultos mayores por rango-tamaño de localidad a nivel municipal y de las entidades federativas, a nivel municipal y metropolitano. Con ello, se pretende comprender las causas y consecuencias que explican el modelo territorial del fenómeno demográfico a estudio.

A partir de los fuentes oficiales (INEGI, 2005), la investigación describe la problemática situación de las personas adultas mayores en las ciudades mexicanas, especialmente en las áreas metropolitanas, abordando aspectos como la vivienda, el acceso a los servicios médicos y sociales, y los equipamientos urbanos. El conocimiento resultante nos sirve para abrir el debate y reflexionar sobre las estrategias y políticas sociales que deben primar en la atención del adulto mayor en nuestras ciudades.

La metodología está basada en una amplia revisión bibliográfica, la consulta de bases de datos (INEGI, 2005; CONAPO, 2002) y la realización de cartografía temática a escalas estatal y municipal a partir de Sistemas de Información Geográfica. El trabajo responde no tanto al seguimiento de un método encaminado a realizar demostraciones, sino, más bien, a poner sobre la mesa de discusión un tema complejo y de gran relevancia: el proceso de envejecimiento urbano y sus consecuencias geográficas en el plano social como económico, escasamente atendido por los investigadores y por la Administración pública.


Evolución, estructura y distribución espacial del envejecimiento demográfico
La planeación gerontológica de los espacios urbanos exige tomar en cuenta el proceso de envejecimiento de la población de México para tener una visión preventiva (Sánchez, 2005b). El rápido avance del envejecimiento demográfico se atribuye principalmente a tres factores demográficos asociados: la caída de la tasa de fecundidad (Muñoz, 1987; Castillo y Vela, 2005); el descenso generalizado de la mortalidad, que ha significado el aumento de la esperanza de vida en todo el mundo, y los movimientos migratorios.

En este apartado se observan los cambios en la fecundidad, la mortalidad y en la estructura demográfica en México, así como la desigual distribución espacial del envejecimiento de la población en el territorio. Además, se apuntan los posibles escenarios del envejecimiento demográfico y sus repercusiones socioeconómicas y asistenciales (Menéndez, 2003; Gutiérrez y García, 2005).

El proceso de envejecimiento demográfico es un fenómeno universal sin precedentes, cuyas repercusiones sociales, políticas y económicas estamos empezando a conocer (Kinsella y Velkoff, 2002). Según algunos expertos (Instituto Nacional del Envejecimiento, 2000) el mayor crecimiento del envejecimiento de la población para el siglo XXI lo experimentarán los países en desarrollo, como México, lo que agravará la situación de pobreza y marginación que viven los adultos mayores en esos países. Todo apunta a que este fenómeno se convertirá en uno de los mayores problemas estructurales de la humanidad en el presente milenio (Jackson, 2005).

Entre los años 1970 y 2005, México ha sido uno de los países en desarrollo que más ha experimentado una acelerada transición demográfica, lo que ha permitido que hoy 8,3 millones de mexicanos tengan 60 años y más (INEGI, 2005). Los principales factores explicativos del avance del envejecimiento demográfico son: en primer lugar, la caída de la fecundidad (Mendoza, 1998), derivado de los efectos de la urbanización; la mejora en la salud, la educación y la incorporación de la mujer al trabajo, que en México ha pasado de 6,8 a 2,9 hijos por mujer (INEGI, 2005). En segundo lugar, el descenso de la mortalidad, sobre todo infantil (del 156,3%o al 30,9%o), se explica por la expansión de la cobertura médica (Salgado, 1976), lo que ha propiciado un aumento de la esperanza de vida al nacer (en los varones de los 59 a los 72 años y en las mujeres de los 63 a los 77 años) (INEGI, 2005). Sin embargo, en México encontramos estados como Guerrero, Oaxaca y Chiapas donde persisten importantes desigualdades y la esperanza de vida es inferior a la media nacional (Montes de Oca, 2003). En tercer lugar, la migración nacional e internacional, sobre todo en México hacia Estados Unidos, de población joven activa, ha precipitado el avance del envejecimiento demográfico de las regiones rurales deprimidas, motivado por los efectos de la urbanización y la perdida de competitividad del sector primario.

Entre los años 1970 y 2000, en México una de las consecuencias más importantes de la transición demográfica ha sido el cambio en la estructura por edades de la población debido al aumento considerable del peso relativo de las personas adultas mayores (del 5,6 al 7%) y la disminución del peso de los jóvenes (del 48 al 33%), lo que está provocando un avance del envejecimiento demográfico absoluto y relativo (Figura Nº 1). En el año 2005 el aumento de población absoluta de 60 y más años alcanza los 8.338.835 adultos mayores, es decir, el 7,1% de los casi 103,3 millones de habitantes; de los que alrededor de 4,4 millones son mujeres adultas mayores (53,3%) y 3,9 varones adultos mayores (46,7%). Asimismo, en el último quinquenio (2000-2005) cada año se han sumado 278.076 nuevos adultos mayores al colectivo de la tercera edad. Además, en el año 2005 la población de 75 años y más, aquella que presenta más riesgo de dependencia, está formada por más de 2,2 millones de personas, es decir, el 27% de los adultos mayores de este país (INEGI, 2005).


Figura Nº 1
HISTORIA Y PROYECCIÓN DE LA POBLACIÓN RELATIVA SEGÚN GRUPO DE EDAD, MÉXICO




Fuente: Elaboración propia a partir de CONAPO (2002).


La Organización de las Naciones Unidas (ONU, 1985) prevé para el año 2050 que el proceso de envejecimiento demográfico tendrá especial relevancia en las regiones en desarrollo (Helpage International, 2002), como América Latina (Warnes y Horsey, 1988), donde la situación de pobreza y mar-ginación de los adultos mayores es hoy especialmente complicada. Las previsiones para México indican que para el año 2030 la proporción de personas de 60 años y más será del 18% y en el año 2050 del 28% (CONAPO, 2002) (Figura Nº 1).

En México la desigual distribución espacial del fenómeno del envejecimiento es una realidad histórica y estructural motivada por el grado de avance de la transición demográfica regional y por la emigración (Negrete, 2001). Al mismo tiempo, se observan grandes coincidencias entre las zonas con baja densidad y elevados índices de envejecimiento, sobre todo en las regiones tradi-cionalmente agrícolas, que han padecido el efecto de llamada de la población activa joven hacia las grandes áreas urbanas, industriales y turísticas. Además, en las regiones rurales la permanencia de la población anciana se ha visto incrementada por la llegada de emigrantes de retorno de edades avanzadas a sus lugares de origen.

Fuente: Elaboración propia a partir de CONAPO (2002).


Entre los años 2000-2005 se observa el avance del envejecimiento demográfico absoluto y relativo en las áreas urbanas. La distribución de la población absoluta de 60 años y más por rango-tamaño de localidad arroja una marcada tendencia hacia la concentración urbana. Las ciudades han incrementado su población absoluta de la tercera edad, pasando de casi 4 a 4,9 millones de personas en sólo cinco años, lo que supone que en las localidades superiores a 15.000 habitantes vive el 58,4% del total (Cuadro Nº1). Por su parte, en las localidades mixtas (entre 2.500 y 14.999 habitantes) residen 1,2 millones de adultos mayores, es decir, el 14,1% del total. Asimismo, en las localidades rurales, aquellas menores de 2.500 habitantes, habitan algo menos de 2,3 millones de adultos mayores, el 27,4% (INEGI, 2005).

Hoy, México presenta un modelo polarizado de distribución espacial de la población que se agudiza en el caso de la población anciana: por un lado, la concentración urbana en las 26 áreas metropolitanas más grandes del país; aquellas con más de medio millón de habitantes concentran el 46,9% de la población total y casi tres cuartas partes de la población de 60 y más años (73%). A la inversa, la dispersión rural; en las más de 180 mil localidades rurales habita solo el 23,5% de la población total y el 27,4% de la población adulta mayor (INEGI, 2005).

En relación a la distribución de la población relativa de 60 años y más por rango-tamaño de localidad, se observa que entre los años 2000-2005 las localidades urbanas ven incrementado el peso relativo de los adultos mayores del 6,8 al 7,8%. Por su parte, las localidades rurales han experimentado un envejecimiento demográfico más acusado del 8,1 al 9,5% (INEGI, 2005).

La escala estatal nos muestra de nuevo una desigual distribución espacial del fenómeno del envejecimiento en el país, donde podemos diferenciar estados envejecidos demográficamente y afectados por la emigración, de aquellos otros menos envejecidos y de mayor atracción migratoria. Entre los años 2000-2005 los estados que experimentaron incrementos superiores al 1,4% en el envejecimiento de su población fueron Chiapas (2,3%), Distrito Federal, Veracruz, Oaxaca y Sinaloa. A contrario, Coahuila,Tlaxcala, Colima y Baja California Sur registraron incrementos inferiores al 0,5%. En términos absolutos, en el año 2005 los estados con una mayor presencia de adultos mayores se localiza en el Estado de México, Distrito Federal, Veracruz y Jalisco, todos por encima del medio millón de habitantes, y que en su conjunto suponen el 35,8% del total. A la inversa, los estados con menos adultos mayores se registra en Baja California Sur, Quintana Roo y Colima, todos inferiores a los 50 mil habitantes (INEGI, 2005).

Observando la Figura Nº 2, podemos identificar los estados con un mayor índice de envejecimiento demográfico en el año 2005, como son el Distrito Federal (10,2%), Oaxaca, Zacatecas, Nayarit, Michoacán y Veracruz, que presentan tasas por encima del 9,4%. Precisamente, estas entidades experimentan los efectos de la emigración y de los cambios en la transición demográfica (caída de la fecundidad y de la mortalidad), así como el retorno de los emigrantes de edades avanzadas. Por su parte, Quintana Roo (4,4%), Baja California y Baja California Sur registran tasas por debajo del 6,5%, favorecidas por el desarrollo del turismo de sol y playa y la llegada de población adulta joven de otras regiones del país. Además, el Estado de México (6,6%) se ve rejuvenecido por la llegada de población joven procedente, sobre todo del Distrito Federal (INEGI, 2005), un estado afectado por un acusado proceso de especulación inmobiliaria que favorece la expulsión de las familias jóvenes (Negrete, 2003).


Figura Nº 2
DISTRIBUCIÓN RELATIVA DE LA POBLACIÓN DE 60 Y MÁS AÑOS SEGÚN ESTADOS MÉXICO (AÑO 2005)


 
Fuente: Elaboración propia a partir de INEGI (2005).


Los cambios en la estructura de la población no se dan de manera homogénea en ambos sexos, la mayor esperanza de vida de las mujeres y la sobremortalidad de los varones deriva en una progresiva feminización de la población adulta mayor de México. La relación es más marcada conforme aumenta las edades de las cohortes: 88 varones por cada 100 mujeres adultas mayores de 60 años y más; y 83 varones por cada 100 mujeres adultas mayores de 75 años y más. A nivel estatal se agudiza la feminización de la tercera edad, con índices de masculinidad inferiores a 85 varones por cada 100 mujeres adultas mayores en los estados del centro del país, el Distrito Federal, Puebla, Estado de México y Aguascalientes. En cambio, los estados de Quintana Roo, Campeche y Chiapas, menos envejecidos demográficamente, presentan índices con una superioridad de varones sobre mujeres adultas mayores (INEGI, 2005).

Los cambios en la estructura por edad de la población en las entidades federativas se reflejan en el aumento de la relación de dependencia de adultos mayores, un indicador que permite comparar la relación entre la población jubilada (de 60 años y más) y la población activa (de 15 a 59 años), y que nos permite estimar la viabilidad de los sistemas de pensiones y otros gastos sociales que soporta actualmente la población activa. Entre los años 2000-2005 se ha producido un incremento del 1,4% a nivel nacional, que pasa de 12,4 a 13,8 adultos mayores por cada 100 personas en edad de trabajar (INEGI, 2005). A nivel estatal, dicho indicador presenta marcadas diferencias entre los estados durante ese corto periodo: por una parte, aquellos que registran incrementos por encima del 2% (Distrito Federal, Veracruz, Sina-loa y Guerrero); y de otra, aquellos con crecimientos inferiores al 0,6% (Baja California Sur, Tlaxcala, Baja California y Yucatán). Asimismo, en el año 2005 la relación de dependencia demográfica de adultos mayores es más alta en Oaxaca (17,7%), Zacatecas (17,3%), Michoacán (16,7%) y Nayarit (16,5%); en tanto que, resulta menor en Quintana Roo (7%), Baja California (9,9%), Baja California Sur (10%) y Estado de México, con 10,7 adultos mayores por cada 100 personas en edad de trabajar, debido al rejuvenecimiento por la llegada de población inmigrante joven activa (INEGI, 2005).

En el juego de escalas para la comprensión espacial del proceso de envejecimiento demográfico, cobra especial significado el nivel municipal, que refleja un modelo polarizado de concentración urbana y dispersión rural. Los efectos desiguales de la migración en los municipios mexicanos tienen su plasmación en la distribución absoluta y relativa del fenómeno del envejecimiento. En números absolutos, en el año 2005 la población de 60 años y más rebasa los 99,5 mil habitantes en los municipios del Estado de Jalisco (Guadalajara, 157,7 mil hab.), Distrito Federal (Iztapalapa y Gustavo A. Madero), Nuevo León (Monterrey), Puebla (Puebla) y Estado de México (Nezahualcóyotl y Ecatepec). Estos siete municipios forman parte de las ciudades más pobladas del país y concentran a más del 10,2% del total de adultos mayores. A la inversa, en los municipios rurales de los estados de Oaxaca (Santa Magdalena3, Santiago Tepetlapa y Santo Domingo), Sonora (San Javier, Onavas y San Felipe) y Puebla (La Magdalena y San Juan Atzompa) residen menos de 100 adultos mayores (INEGI, 2005). Estos municipios rurales padecen una fuerte emigración de la población joven y un acusado envejecimiento.

En términos relativos, se registra un menor índice de envejecimiento en los municipios turísticos del Estado de Quintana Roo, como Solidaridad (2,3%) y Benito Juárez (3,3%); seguidos por los municipios del área metropolitana de Monterrey (Nuevo León), como Juárez (3,1%), Apodaca (3,2%) y General Escobedo (3,7%) (Figura Nº 3). Aquí se observa con claridad cómo el efecto llamada de las áreas turísticas y urbana-industria-les redundan en menores tasas de envejecimiento, beneficiadas por la llegada de población inmigrante activa joven. Por el contrario, los municipios rurales del Estado de Oaxaca, como Santiago Tepetlapa (39,1%) y Santiago Nejapilla (36,9%) tienen la mayor proporción de población adulta mayor, seguidos de Axutla (30,1 %) y San Miguel Ixitlán (29,1%) (Estado de Puebla), Dr. Belisario Domínguez (28,6%) (estado de Chihuahua), y El Plateado de Joaquín Amaro (27,2%) (Estado de Zacatecas) (INEGI, 2005).

La migración es uno de los principales factores explicativos de la desigual distribución de la población relativa de 60 años y más según los municipios del país. Precisamente, los municipios de expulsión, sobre todo rurales, presentan tasas de envejecimiento, por encima del 8,5%, mientras que los municipios de atracción tienen un peso relativo por debajo del 5,5%. El mayor peso relativo de los adultos mayores en los municipios rurales de expulsión explica mayores tasas de dependencia demográfica de la tercera edad por municipios, destacando Santiago Tepetlapa, Santiago Nejapilla, San Miguel Tulancingo y San Baltasar (estado de Oaxaca), con más de 80 adultos mayores por cada 100 personas en edad de trabajar. En tanto que Solidaridad y Benito Juárez (Quintana Roo) y Apodaca y Juárez (Nuevo León) presentan una relación de dependencia inferior a los 5 adultos mayores por cada 100 personas en edad de trabajar (INEGI, 2005).

En general, se está produciendo un avance del envejecimiento demográfico urbano en términos absolutos y relativos, lo que debe marcar las políticas sociales y la planeación gerontológica de este país. En este sentido, resulta especialmente interesante observar el proceso de concentración de la población adulta mayor a nivel metropolitano, en especial, las principales áreas metropolitanas de México, aquellas que superan el medio millón de habitantes (INEGI, 2005).

Entre los años 2000-2005 las principales áreas metropolitanas experimentan un incremento global de 6,8 millones de habitantes, es decir, un 16,3%. Aquí, destacamos a Villahermosa (Tabasco), Toluca (estado de México) y Querétaro (Querétaro), todas con incrementos superiores al 60% y, principalmente, motivados por la expansión de dichas áreas metropolitanas y el aumento del número de municipios que las forman, así como la consiguiente suma de sus efectivos.

Figura Nº 3
DISTRIBUCIÓN RELATIVA DE LA POBLACIÓN DE 60 Y MÁS AÑOS SEGÚN MUNICIPIOS. MÉXICO (AÑO 2005)




Fuente: Elaboración propia a partir de INEGI (2005).


Por el contrario, Acapulco fue la única gran área metropolitana que tuvo un ligero incremento negativo (-0,6%) (INEGI, 2005), motivado por el estancamiento del sector turístico en los últimos años, unido al desarrollo de otros destinos turísticos (Cancún, Mazatlán, Los Cabos).

En datos absolutos, en el año 2005 se observa que casi uno de cada dos mexicanos vivía en una área metropolitana (48,4 millones de personas) (INEGI, 2005) (Cuadro Nº 2). Aquí, destacan por su volumen la Ciudad de México (19,2 millones de Hab.), Guadalajara (4,1 millones de Hab.) y Monterrey (3,7 millones de Hab.), tradicionalmente los tres grandes centros urbanos e industriales del país. En menor medida, encontramos que el área metropolitana de Oaxaca (504.159 Hab.) se ha visto afectada por la emigración rural y urbana hacia otras regiones más dinámicas.

En general, se observa un avance del envejecimiento en las áreas metropolitanas asociado a la evolución de la transición demográfica regional y urbana, y los procesos migratorios. Además, la migración es una consecuencia de los procesos especulativos de suelo urbano, que expulsa a las familias jóvenes a la periferia de las ciudades; así como del retorno de grupos de población de edad avanzada.

Entre los años 2000-2005 en las áreas metropolitanas se produce un incremento general de 828.431 adultos mayores, es decir, un 30,4%. Esto supone que la población de 60 años y más crece al doble del ritmo de la población general en las grandes urbes. Aquí, destacan Acapulco (Guerrero), Xalapa (Vera-cruz), Cuernavaca (Morelos) y Ciudad de México (Distrito Federal), todas por encima del 1,1% de incremento, y afectadas por el fenómeno de la expulsión de población joven (INEGI, 2005) (Cuadro Nº 2). En el otro extremo, encontramos las áreas metropolitanas de Reynosa-Río Bravo (Tamaulipas), Tijuana (Baja California) y Juárez (Chihuahua), todas por debajo del 0,6%, y ubicadas en la frontera con los Estados Unidos de América (EE.UU.). Dicha circunstancia está relacionada con el fenómeno de la migración y, sobre todo, con la presencia de maquiladoras (naves industriales) que dan cabida a la población inmigrante joven nacional y extranjera (Guatemala, Honduras).

En términos absolutos (Cuadro Nº 2), en el año 2005 en las áreas metropolitanas viven más de 3,5 millones de personas adultas mayores, lo que representa el 42,7% del total. El dato justifica la necesidad de imple-mentar dicha escala territorial en la planeación de los servicios sociales y urbanos (INEGI, 2005). Por el volumen de la población de 60 años y más, destaca la Ciudad de México (Distrito Federal) (1,5 millones de Hab.), Guadalajara (Jalisco) (295 mil Hab.) y Monterrey (Nuevo León) (272 mil Hab.). Las tres áreas metropolitanas en su conjunto suman más de 2 millones de personas de 60 años y más, es decir, uno de cada cuatro adultos mayores de este país (Montes de Oca, 1998). En cambio, en Cancún (Quintana Roo) residen 16.611 adultos mayores, lo que refleja el dinamismo del sector turístico y su influencia en la estructura de la población (INEGI, 2005).




Fuente: Elaboración propia a partir de INEGI (2000-2005).


En datos relativos (Cuadro Nº 2), el área metropolitana de Veracruz (Veracruz), Mérida (Yucatán) y Tampico-Panuco (Tamauli-pas-Veracruz) presentan la mayor proporción de población adulta mayor, todas por encima del 9%, y afectadas por el avance de la transición demográfica. A la inversa, una vez más, Cancún se convierte en la que tiene el menor porcentaje (3,4%), debido a su mayor atracción de población adulta joven por el desarrollo turístico (INEGI, 2005).

En la razón de dependencia en la vejez destacan León (Guanajuato) (68), Aguascalientes (Aguascalientes) (66) y Acapulco (Guerrero), con 65 adultos mayores por cada 100 personas en edad de trabajar. Al revés, Veracruz (Veracruz) (53), Cancún (Quintana Roo) (53) y Villahermosa (Tabasco) con 54 adultos mayores por cada 100 personas en edad de trabajar (INEGI, 2005). De estos datos se desprende que las tasas más altas de dependencia en la vejez se asocian a áreas metropolitanas con procesos de envejecimiento demográfico más acusados, mientras que las áreas que registran menores tasas se ven beneficiados por una migración de atracción.

En síntesis, el contexto demográfico, presentado a distintas escalas geográficas, refleja una desigual distribución espacial de la población adulta mayor en México. El modelo polarizado de la población basado en la concentración urbana, favorecido por las localidades de atracción, y la dispersión rural por las localidades de expulsión, explican el grado de avance del envejecimiento de la población.

Hoy vemos con preocupación como tres de cada cuatro adultos mayores se localizan en las localidades urbanas, de preferencia en las grandes áreas metropolitanas. Estas metrópolis, escasamente planeadas, se enfrentan al reto de ofrecer calidad de vida a sus residentes, una cuestión que se vuelve aún más compleja en el caso de los adultos mayores y las personas dependientes. Ya que dichos espacios urbanos no reúnen las condiciones mínimas de habitabilidad ni los servicios básicos para estos ciudadanos longevos.

En las zonas rurales, con un envejecimiento relativo mayor, fruto de las oleadas emigratorias, también deberán ser muy tenidas en cuenta por las políticas sociales de los distintos estados. Aquí, defendemos el desarrollo ordenado de las ciudades, como motor de crecimiento en sinergia con su región y, por el otro, enfrentar las profundas desigualdades de la población adulta mayor urbana y rural.

Surgen serias dudas sobre las posibilidades reales de atender adecuadamente las demandas crecientes de tan numerosa población envejecida, en plena progresión, que vivirá en las ciudades. Se hace indispensable un conocimiento profundo y previo de la situación de las personas adultas mayores de dichos espacios con la finalidad de posibilitar una adecuada planeación de los servicios necesarios. El gran reto de nuestra sociedad, cada vez más urbana y envejecida, está en superar la pobreza y la exclusión social que seguirán padeciendo los adultos mayores en el presente milenio. Es prioritario favorecer una mejora de la calidad de vida de la población envejecida que vive en nuestras ciudades.


Repercusiones socioespaciales del envejecimiento demográfico urbano en México
Las ciudades registran graves problemas de habitabilidad para la población (Harvey, 1973; Castells, 1978; Gilbert y Gugler, 1992). Diferentes estudios (Compán y Sánchez, 2005) revelan que la ciudad es un espacio que no reúne las condiciones de habitabilidad para las personas adultas mayores. Un lugar inhóspito que excluye al anciano, lo que favorece su dependencia y aislamiento social.

A continuación, pasamos a conocer la problemática situación de las personas adultas mayores en las ciudades mexicanas, a nivel municipal y, sobre todo, de las áreas metropolitanas. Aquí, describimos la realidad del grupo de adultos mayores en situación de vulnerabilidad y en su contexto urbano y metropolitano a través de aspectos básicos como: la educación, la cobertura de los servicios sociales y de salud, la pobreza, la soledad y la vivienda.

México presenta cierto rezago educativo, que es especialmente significativo en el caso de la población de 60 años y más, donde el 28,4% es analfabeta (no sabe leer ni escribir) y más del 63% es analfabeta funcional (sin estudios terminados), tasas que se incrementan con la edad y, sobre todo, entre las mujeres de 75 años y más (INEGI, 2005). En la actualidad, las localidades urbanas concentran al 16,5% de los adultos mayores analfabetos y a uno de cada dos que no tiene estudios terminados (47,8%), mientras que las áreas metropolitanas registran el 15,8% y el 21,4%, respectivamente. Aquí, por su alta población analfabeta, destacan Acapulco (Guerrero) (38%) yTuxtla Gutiérrez (Chiapas) (30,5%); en tanto que Chihuahua y Juárez (Chihuahua), La Laguna (Coahuila) y Monterrey (Nuevo León), localizadas al norte del país, presentan tasas por debajo del 11,5% (INEGI, 2005).

La educación define la vida laboral y condiciona el acceso posterior al tipo de pensión y al seguro médico. En las localidades de 100.000 habitantes y más, solo el 36,5% de las personas de 60 y más años siguen trabajando después de la edad de jubilación, de las cuales, solo una de cada dos tiene un empleo formal y está asegurada (INEGI, 2005). El dato refleja que la mitad de los patrones de las empresas incumplen las leyes de trabajo, no proporcionándoles prestaciones laborales a sus trabajadores más longevos. Asimismo, se observan diferencias significativas según sexo, los hombres asegurados por derecho a pensión son el 31,4% y por beneficiarios del titular el 26,4%, mientras las mujeres son de 15,1% y 58,8%, respectivamente.

La cobertura de servicios de salud es factor importante en el bienestar del adulto mayor, ya que presentan tasas superiores de morbilidad y dependencia, las cuales se van agudizando conforme avanza la edad, sobre todo entre las mujeres de 75 años y más. En el año 2005 la población adulta mayor no derechohabiente (aquella que no tiene garantizado el acceso a los servicios médicos y/u otras prestaciones) es del 44,1%. Una situación que se vuelve dramática para casi 3,7 millones de adultos mayores que no cuentan con servicios de salud. En las localidades urbanas, la desprotección afecta al 30,4% de los que han cumplido 60 años y más, y al 30,7% de los que residen en áreas metropolitanas, especialmente en Toluca (Estado de México) (50,4%), Tuxtla Gutiérrez (Chiapas) (46,4%), Acapulco (Guerrero) (44,7%) y Oaxaca (Oaxaca) (44,5%); y por el contrario, se registran tasas por debajo del 20% en Chihuahua (Chihuahua), Monterrey (Nuevo León) y Mérida (Yucatán) (INEGI, 2005) (Cuadro Nº3). Aquí, se observa una correlación significativa del 69% (r = 0,69097) que nos indica que, a medida que aumenta el porcentaje de adultos mayores analfabetos, se incrementa el porcentaje de personas sin cobertura médica en las áreas metropolitanas del país.

En México, la familia continúa siendo la principal institución responsable del cuidado de los adultos mayores. Sin embargo, los cambios en la estructura familiar, la incorporación de la mujer al trabajo y la especulación inmobiliaria, expulsando a las familias jóvenes a viviendas sociales de reducidas dimensiones y localizadas en la periferia de las ciudades, imposibilitan el mantenimiento de la ayuda informal y fomentan la soledad en la vejez. Según estudios de INEGI (2005), el 16,8% de los adultos mayores que viven solos tienen discapacidad, de los cuales, más del 60% no cuenta con ningún tipo de prestación y ayuda económica, médica, social y asistencial.




Fuente: Elaboración propia a partir de INEGI (2000-2005).


Hoy, la soledad afecta a más 817 mil adultos mayores en este país, es decir, el 9,8% del total. En términos relativos, la soledad en la vejez la padece el 9,3 % de los que residen en las localidades urbanas y el 8,8% de los que viven en las áreas metropolitanas. Este indicador tiene tasas superiores al 11% en Chihuahua y Juárez (Estados de Chihuahua) y Cuernavaca (Morelos); mientras que se localizan porcentajes inferiores al 7% en León (Guanajuato) y Toluca (Estado de México) (Cuadro Nº 3).

La problemática de muchas viviendas habitadas por ancianos se debe a la autoconstrucción, que es una estrategia que emplean los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Precisamente, la exclusión de los programas de vivienda de interés social (Romero; Hernández, y Acevedo, 2005), como las del Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores (INFONAVIT), viene determinada por la exigencia de una serie de requisitos (empleo formal, ahorro e ingresos) que no pueden ser cubiertos por la población adulta mayor con escasos recursos. La exclusión de los programas de viviendas sociales refuerza la marginación de millones de ancianos pobres y sus familias. Además, los programas resultan ser insuficientes y se alejan de los parámetros de confort, funcionalidad y materiales de sus destinatarios. Por el contrario, el hacinamiento y segregación son característicos de las unidades habitacionales de los ancianos, lo que conlleva aislamiento y exclusión social (Schteingart y Graizbord, 2000).

Las viviendas de los adultos mayores presentan deficiencias notables en cuanto a los materiales de construcción. Observamos que el 32,2% están construidas con materiales no duraderos (hojalata, chapa, cartón, madera); y casi el 10% no tienen excusado (INEGI, 2005). Además, el 20% de las viviendas habitadas por ancianos tienen techo de lámina de asbesto, un material que es dañino para la salud. Hoy, 992.080 viviendas ocupadas por adultos mayores tienen piso de tierra, es decir, el 11,9% del total, lo que dificulta el aseo del lugar y facilita la propagación de enfermedades a través de parásitos (cucarachas, ratas). En términos relativos, esta problemática afecta al 3,2% de la población de 60 años y más en las localidades urbanas, porcentaje que se va incrementando entre las cohortes más avanzadas y las mujeres de 80 años y más (INEGI, 2005).

En México casi un millón de adultos mayores no dispone de agua entubada en el domicilio, esto es, el 11,5% del total, localizados, principalmente, en las localidades rurales. En términos relativos, el 2,8% de la población de 60 y más años en las localidades urbanas y el 3,5% en las áreas metropolitanas se ve afectado por la falta de agua, sobresaliendo Acapulco (Guerrero) (21%) y Tuxtla Gutiérrez (Chiapas) (13,9%), y en menor medida en La Laguna (Coahuila) (0,8%) y Valle de México (Distrito Federal) (1,5%).

Los domicilios sin electricidad habitados por adultos mayores se contabilizan en más de 228 mil, lo que representa el 2,8% del total, localizados en áreas rurales. En datos relativos, la problemática solo afecta al 0,5% de los adultos mayores de localidades urbanas y de áreas metropolitanas, destacando Reynosa (Tamaulipas) y Tampico-Panuco (Tamaulipas-Veracruz), ambas por encima 2,2%; a la inversa, se registran porcentajes por debajo del 3% en Valle de México (Distrito Federal), Guadalajara (Jalisco) y Monterrey (Nuevo León).

Las viviendas sin drenaje suman más de 1,1 millones, en su mayoría ubicadas en localidades rurales, afectando al 13,5% de la población de 60 años y más del país. En términos relativos, el problema afecta al 1,6% de los adultos mayores en las localidades urbanas y al 2,4% en las áreas metropolitanas, destacando, con tasas superiores al 11,2%, Reynosa (Tamaulipas) y Tampico-Panuco (Tamaulipas-Veracruz), y Acapulco (Guerrero). Encontramos tasas inferiores al 1% en Guadalajara (Jalisco), Monterrey (Nuevo León), Chihuahua (Chihuahua) y Ciudad de México (Distrito Federal).

Los indicadores de vulnerabilidad social presentados para la población de 60 años y más permiten observar que los factores socioeconómicos (educación, profesión) durante la vida laboral condicionan la situación del adulto mayor en la vejez (seguro médico, vivienda). A nivel de áreas metropolitanas se distingue que aquellas más dinámicas, tanto demográficas como socioeconómicas (industria, turismo) (regiones de atracción), localizadas, sobre todo, en la frontera norte (Monterrey) y en Cancún, van a favorecer menores porcentajes de adultos mayores en riesgo de padecer vulnerabilidad. Las áreas menos dinámicas y envejecidas (regiones de expulsión), localizadas principalmente al sur del país (Oaxaca, Tuxtla Gutiérrez), repercute en un mayor peso relativo de la vulnerabilidad de la población anciana.

En México el papel de los municipios urbanos es esencial en la atención directa de las personas adultas mayores. En este sentido, la creciente concentración de la población envejecida en las ciudades, especialmente, en las grandes áreas metropolitanas, obliga a incluir dichas escalas en los nuevos diseños de la planeación urbana y gerontológica.

Diferentes investigadores (Oates, 1972) defienden que los gobiernos municipales deben estar principalmente a cargo de la provisión de bienes públicos locales, pues son estos los que deben decidir qué bienes y servicios han de producir y cómo han de emplear sus recursos, asimismo, tienen mejor información sobre las distintas preferencias locales y, sobre todo, conocen más directamente las necesidades y demandas de la población. En este sentido, el alto endeudamiento y la escasa capacidad económica de los gobiernos municipales explican, en buena medida, la política y gestión local seguida en muchos municipios y destinada a priorizar algunas de las grandes necesidades en infraestructuras básicas, obligando a descuidar otros apartados sociales y asistencia-les fundamentales para los adultos mayores. Ciertamente, los estudios (Boltvinik y Damián, 2001) indican que en México en los municipios de 100.000 habitantes y más se registran mayores tasas de marginalidad y pobreza extrema entre la población adulta mayor, demasiadas veces ignorada por las autoridades municipales y, en ocasiones, por los propios familiares que incurren en desamparo.

El debate se abre sobre la capacidad de los municipios mexicanos para ofrecer respuestas válidas a los ciudadanos más longevos. Un escenario plagado de dudas, ya que muchos ayuntamientos presentan un alto grado de endeudamiento, lo que repercute negativamente en la calidad de los servicios médicos, sociales y asistenciales ofrecidos a las personas adultas mayores. El reto de los gobiernos municipales será comprender la verdadera dimensión del envejecimiento demográfico y sus repercusiones socioespaciales a nivel regional, metropolitano, municipal e intramun icipal (feminización, vulnerabilidad, dependencia, inequidad social). Entre los desafíos que enfrentan los municipios de las áreas metropolitanas del país está el integrar las políticas públicas destinadas al adulto mayor y buscar soluciones consensuadas basadas en el reparto equitativo del gasto social público a distintas escalas (federal, estatal y municipal) (De la Peña, 2003). Para ello, es necesario acrecentar las investigaciones sobre los cambios en la desigual distribución espacial de la población adulta mayor y la situación de estas personas a escala de colonias y manzanas en los municipios y, sobre todo, en las áreas metropolitanas. Sus resultados nos permitirán hacer mejores diagnóstico y propuestas de planeación sobre el fenómeno demográfico y socioespa-cial, así como concebir nuevas políticas basadas en la prevención y en la atención adecuada de las necesidades del adulto mayor.

Lo anterior no sería posible sin la presencia de gerontólogos sociales, con una visión integral de la vejez, en los comités consultivos, en las organizaciones no gubernamentales (Caritas Diocesana) y en la gestión pública. Por lo general, en las ciudades predomina un enfoque de planeación gerontológica con tendencia normativa, lo que explica que en la mayoría de los casos la ejecución de las estrategias municipales planificadas no satisfacen las necesidades reales y heterogéneas de las personas adultas mayores. La mayor presencia y reconocimiento social del papel del gerontólogo social a nivel mundial, especialmente en México, debe contribuir a la puesta en marcha de alternativas de planeación gerontológica en las grandes urbes.


Alternativas a la planeación gerontológica urbana
En la actualidad existen diferentes propuestas en materia de planeación gerontológica de los espacios urbanos que pasamos a describir (Sánchez, 2005a):

- Promover la participación social de las personas adultas mayores a través de las asociaciones de mayores y aprovechar su experiencia en los procesos de planeación urbana con objeto de proponer alternativas para mejorar la habitabilidad de las ciudades.

- Impulsar una planeación estratégica del bienestar de las personas mayores mediante el conocimiento global de la realidad vivencial y heterogénea de los adultos mayores a distintas escalas regional, municipal y metropolitana (colonia, manzana), adecuando las acciones a la realidad de cada espacio.

- Elaborar un sistema integral de información a partir de diagnósticos de la realidad territorial intraurbana, metropolitana y regional de los adultos mayores y el empleo de Sistemas de Información Geográficas.

- Establecer propuestas de planeación urbana y territorial (medio ambiente, estructura urbana y vivienda, infraestructura primaria, vialidad y transporte público, servicios sociales y sanitarios) para el desarrollo y mejora de la habitabilidad urbana de este sector de población heterogéneo.

- Favorecer la mayor participación y coordinación de los distintos agentes sociales implicados en el mundo del adulto mayor urbano, tanto las distintas instituciones gubernamentales (municipio, estado) como las no gubernamentales (Caritas Diocesana, Cruz Roja, asociaciones vecinales, etc.).

- Proponer alternativas integrales frente a las necesidades de las personas mayores, para favorecer el uso correcto y eficaz de los recursos materiales y humanos disponibles.

- Ayudar al desarrollo de una conciencia crítica de las personas mayores que permita transformar constructivamente la sociedad y posibilite una mayor integración social.

Es necesario que la planeación gerontológica urbana se realice potenciando el uso de metodologías cuantitativas y cualitativas de evaluación y participación social, como las encuestas, entrevistas personales y los talleres comunitarios, así como el empleo de la estadística multifactorial y los Sistemas de Información Geográficos. Las autoridades municipales y metropolitanas serán las encargadas de atender las necesidades de la creciente población heterogénea de 60 y más años en el marco de las grandes ciudades. En este sentido el sector público y los investigadores deben promover líneas de investigación que fomenten el desarrollo social y asistencial de la población adulta mayor, fortaleciendo la formación de recursos humanos capaces de atender las necesidades de este sector de población heterogéneo.


Conclusión
En México la escasa comprensión del proceso de envejecimiento demográfico urbano a nivel regional, municipal y metropolitano está generando decisiones políticas equivocadas. Las previsiones para las próximas décadas prevén un avance del envejecimiento de la población con marcadas diferencias territoriales, y presentando un modelo polarizado basado en la concentración urbana y en la dispersión rural de los adultos mayores. Se desprende que los mayores retos sobre el fenómeno demográfico los enfrentarán los municipios urbanos y, sobre todo, las áreas metropolitanas que hoy concentran a casi uno de cada dos mexicanos (48,4 millones de personas).

Las escalas urbanas (municipal y metropolitana) nos permiten observar la problemática situación de vulnerabilidad de los adultos mayores (pobreza, sin derecho a seguro médico y social, vivienda y soledad) que hoy residen en las principales ciudades del país. Aquí, los factores socioeconómicos (educación, profesión) durante la vida laboral condicionan la situación del adulto mayor en la vejez (seguro médico, vivienda). Precisamente, estos indicadores de vulnerabilidad en la vejez presentan notables diferencias a escala metropolitana. Así, se observa que las regiones más dinámicas y menos envejecidas (localidades y áreas metropolitanas de atracción) del país, ubicadas en la zona centro (Toluca) y norte (Monterrey), se registran menores tasas de adultos mayores en riesgo de vulnerabilidad. En tanto que las regiones menos dinámicas y envejecidas (localidades y áreas metropolitanas de expulsión), ubicadas en regiones del sur y afectadas por la emigración (Oaxaca y Tuxtla Gutiérrez), se incrementa el riesgo de padecer vulnerabilidad entre los adultos mayores.

En los próximos años la planeación gerontológica debe ser prioritaria en las políticas regionales, municipales y metropolitanas de la vejez, propiciando perspectivas adecuadas de calidad de vida a los adultos mayores (salud, dependencia, familia, sociedad, economía, vivienda) en un marco espacial de referencia tan complejo y dinámico como la ciudad. Es necesario que se favorezca la planeación urbana desde una óptica integradora y gerontológica, así como el bienestar de la población y su crecimiento sostenible.

Hoy en México los municipios y, en mayor medida, las áreas metropolitanas no están preparados para asumir el reto del envejecimiento demográfico urbano y atender las necesidades y demandas de las personas adultas mayores. En cuatro décadas en este país uno de cada cuatro mexicanos tendrá 60 y más años, lo que podría ser dramático para muchos Ayuntamientos que hoy día tienen importantes rezagos en materia de servicios sociales. Todo ello puede provocar un colapso en el sistema de respuesta social, médica y asistencial de las ciudades. Es necesario ampliar la cobertura de los programas sociales municipales de la tercera edad, muy limitados en la actualidad. La inquietud no radica en que en las próximas décadas haya más ancianos en nuestras ciudades, sino generar las condiciones de bienestar para lograr que en la etapa de la vejez las personas de edad estén sanas, activas y participativas. Además, es importante que se produzca un pacto a nivel municipal y metropolitano por el adulto mayor, donde participen los profesionales, las autoridades municipales y la ciudadanía (adultos mayores y sus familias). Como última reflexión tomo el escrito de García Márquez, en el año 2000, sobre los millones de adultos mayores que viven en nuestras pequeñas, medianas y grandes ciudades en México y América Latina: "a los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido".

*Quiero expresar mi agradecimiento a la Lie. Alma Lilia Olvera Hernández y a Jimena Sánchez Olvera.

Notas
En el año 2005 el municipio rural de Santa Magdalena (Oaxaca) es al mismo tiempo la entidad municipal de menor atracción demográfica de país (102 habitantes) y tiene la menor cantidad de adultos mayores (23 habitantes).


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Descriptores:
Envejecimiento de la población y calidad de vida - Gerontología Ambiental; Envejecimiento demográfico; Population aging and quality of life - Environmental gerontology, aging population; Vieillissement de la population et la qualité de la vie - la gérontologie de l'environnement, vieillissement de la population; Die Alterung der Bevölkerung und der Lebensqualität - Ökologische Gerontologie, alternde Bevölkerung; L'invecchiamento della popolazione e qualità della vita - gerontologia ambientale, invecchiamento della popolazione; O envelhecimento da população ea qualidade de vida - a gerontologia ambiental, envelhecimento da população. 人口老龄化和生活质量 - 环境老年学,人口老龄化。; 人口老齡化和生活質量 - 環境老年學,人口老齡化。